the gingerdead man (2005)
Desde que Hitchcock hiciera Los pájaros a principios de la década de los 60 no han sido pocas las películas que han basado su eficacia en incorporar el terror a lo cotidiano, trasformando a alegres y dicharacheras criaturas, o el más común de los objetos, en seres peligrosos y malignos. El subgénero de los objetos diabólicos ha dado cobijo a todo tipo de chirimbolos maléficos, desde coches (Christine), hasta juguetes (Muñeco diabólico), o cintas de video (Ringu), un surtido elenco de cachivaches que en muchas ocasiones ha rayado el ridículo, alejándose del terreno más terrorífico para adentrarse de lleno en la autoparodia y el humor chusco. Como paradigma de esta tendencia encontramos a la irreverente El ataque de los tomates asesinos, película muy afín con la que hoy nos ocupa.
La cinta nos cuenta como el testimonio de Sarah, una joven y atractiva pastelera, manda a la silla eléctrica a un psicópata de mucho cuidado, el cual momentos antes de la ejecución jura y perjura vengarse de la susodicha. Como la madre del criminal resulta ser una poderosa hechicera y cocinera, el villano regresa de la tumba en la forma de una hostil, peligrosa y sabrosa… ¡galleta! ¡La galleta asesina! ¡La pesadilla de cualquier intolerante a la lactosa!. 1 2 3
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